La vista es uno de los sentidos más sensibles y su cuidado a lo largo de la vida es fundamental para evitar la aparición de patologías graves. La prevención se convierte en la mejor alternativa y los expertos aconsejan mantener una serie de hábitos saludables para proteger los ojos.
Imagen: control oftalmológico
Sin embargo, hay patologías congénitas por lo que para evitar y corregir posibles trastornos, las visitas al oftalmólogo deben ser periódicas. La frecuencia de las mismas varía en función de la edad pero, en términos generales, se establece que lo recomendable es no dejar pasar más de dos años entre una y otra.
Especialmente importantes son en la infancia, ya que en este periodo aparecen los primeros defectos refractivos como la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo. Torcer la cabeza o cerrar un ojo al leer, escribir en renglones torcidos, acercarse mucho a la televisión, parpadear en exceso o sufrir dolores de cabeza son algunos de los signos que permiten identificar problemas de visión en los niños.
Causa de fracaso escolar
Unos problemas que explican algunos de los casos de fracaso escolar. Se calcula que entre un 15% y un 30% de los mismos se producen porque no se han corregido las deficiencias en la vista de los estudiantes. De ahí, que una de las recomendaciones haga hincapié en la importancia de revisar la vista a principio y a final de curso. Además, los especialistas coinciden en que detectar los trastornos oculares a edades temporadas permite solventar más fácilmente secuelas que, con el paso de los años, pueden ser irreparables.
En la adolescencia, las alteraciones son muy variables por lo que el objetivo es ir compensándolas hasta que empiecen a estabilizarse, generalmente entre los 18 y los 21 años. Es entonces el mejor momento para plantear una solución a través de tratamientos con láser que permitan corregir el problema definitivamente.
A partir de los 40 años aumentan posibilidades de sufrir patologías como la vista cansada o presbicia, por lo que la recomendación de los especialistas es visitar al oftalmólogo una vez cada dos años. El riesgo se multiplica a partir de los 60 años, con la aparición de problemas mucho más severos como las cataratas, que afectan a una gran parte de la población- o el glaucoma.
Un riesgo al volante
La falta de revisiones oftalmológicas periódicas tiene consecuencias preocupantes, por ejemplo, a la hora de conducir. Dos estudios publicados recientemente en nuestro país por el Real Automóvil Club de España (RACE) y la Universidad Complutense de Madrid sobre seguridad vial avalan esta afirmación. El primero de ellos establece que el 45% de los conductores sufre problemas de visión -especialmente miopía y vista cansada- aunque no sea consciente de ello, mientras que el segundo concluye que un 35% de las personas se sienta al volante con las gafas mal graduadas o no se las pone.
Partiendo de la estimación de que el 90% de la conducción depende de lo que vemos, conducir con problemas de visión multiplica el riesgo de sufrir un accidente ya que disminuye nuestra capacidad de reacción. Sobre todo, teniendo en cuenta que las revisiones que se exigen para el carné de conducir resultan insuficientes ya que se realizan con intervalos de tiempo demasiado amplios.
Fuente: http://www.laverdad.es/
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