Pensando la resiliencia en las
personas con discapacidad
Lic. Eliana Gonard
elianagonard@hotmail.com.ar
El
término resiliencia proviene del latín “resilire”,
que podría traducirse como “saltar hacia atrás” o “rebotar”. Este concepto fue
usado originalmente en el campo de la física para caracterizar la resistencia
de un cuerpo al choque y su capacidad para conservar su estructura a pesar del
impacto (Colmenares, 2002). En otras palabras, se define como la capacidad
humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o
incluso ser transformado por ellas; por lo cual la resiliencia es parte del
proceso evolutivo.
Una de las características de la resiliencia según Waller (2001)
es su carácter dinámico, es decir, que muestra una falta de estabilidad en el
tiempo, nunca es absoluta o lograda para siempre; nadie es resiliente todo el
tiempo.
Otro
aspecto a considerar, es el que plantea Manciaux (2003), quien afirma que el
comportamiento resiliente está sujeto tanto a factores externos como internos,
por lo tanto varía según las circunstancias, la naturaleza del trauma, el
contexto y la etapa de la vida.
Asimismo,
dada la bidireccionalidad de la relación entre las personas y su ambiente, los
individuos podrán influenciar en las situaciones adversas de vida, en la misma
medida en que serían influenciados por ellas. De esta manera, es posible
concluir que la resiliencia no es ausencia de vulnerabilidad, ni una
característica de personalidad, sino más bien un proceso interactivo, dinámico
y evolutivo entre los individuos y su entorno.
Lo
planteado permite considerar que la capacidad para ser resiliente a una
situación determinada, va a depender de diferentes contextos que atraviesan a
la persona en su desarrollo, tales como la política oficial, lo social,
institucional y su familia, lo cual en términos de Bronfenbrenner se considera
que abarca de un nivel macro a micro del sistema de la persona. Por su parte,
en el marco de estos sistemas, el individuo es un agente activo en la relación
con los mismos. Del mismo modo, el potencial para promover la resiliencia por
parte de los entornos, se ve incrementado si existe una persona vinculante
entre ambos entornos y si sus roles, actividades y relaciones estimulan la
aparición de la confianza mutua, de una orientación positiva, del consenso de
metas entre entornos y de un creciente equilibrio de poderes. La presencia de
este tipo de vinculación es denominada “vínculo de apoyo”. A medida que el
individuo va ganando confianza en sí mismo los vínculos de apoyo se van
haciendo menos necesarios e incluso podrían llegar a ser contraproducentes.
Por su
parte, pensando en la capacidad de ser resiliente frente a una discapacidad, es
posible tener en cuenta los intereses personales de cada individuo implicado,
donde dichos intereses se convierte en factores protectores, transformandosé en
medios para el fortalecimientos de sus estratégias de afrontamiento, para
consolidar sus redes sociales, ampliar sus metas y la construcción de un
autoconcepto favorable.
En el
marco de dicho proceso de desarrollo de la capacidad de ser resiliente, ocupa
un lugar importante el buen humor, lo cual ha permitido que las personas al
reír y reírse de las circunstancias, puedan ver su discapacidad en perspectiva,
tomando distancia emocional de sus dificultades y permitiendo generar
estrategias de solución más efectivas. Según Cyrulnik, el buen humor ha
permitido que las personas se apropien de su situación y se nieguen a dejarse
dominar por el sufrimiento.
Del
mismo modo, investigaciones realizadas por Quiñones (2005), plantean que
mediante la creatividad, personas que se han enfrentado a diversas
adversidades, fueron capaces de construir un significado a sus vidas, las
situaciones y hechos adversos. Asimismo, la creatividad es concebida como
posibilidad y capacidad de todo ser humano.
Asimismo
es de destacar la influencia de pilares sociales que favorecen el desarrollo de
la resiliencia. Los mismos son:
Apoyo Externo
·
Personas
dentro y fuera del contexto familiar, en
las que puedo confiar. Frente a dicha situación es de destacar, que es
importante mantener una relación activa para reforzar la relación con las
personas de confianza. Asimismo, es importante buscar otras personas en ambos
contextos que permitan construir este tipo de relación, teniendo en cuenta que
la persona con la que se confía puede mudarse, enfermarse o envejecer.
·
Personas
que me alienten a ser independiente; en este punto es de destacar, que la
persona no debe convertirse en sobredependiente de los demás, por lo cual debe
pensar de qué manera resolver las cosas solas y así considerar cuanto apoyo
requiere de los demás.
·
Modelos
a imitar.
·
Acceso
a la salud, educación, servicios de seguridad y social.
·
Un
entorno social y familiar estable; para lo cual es importante mantener una
contribución permanente con la comunidad, no solo para brindar ayuda cuando lo
necesite, sino también cuando las situaciones no implican riesgos
Apoyo interno:
·
Tranquilidad
y predisposición; para lo cual es importante tranquilizarse previamente a
ingresar a un espacio o encuentro social, donde puedo experimentar tensiones
fuertes.
·
Impulso
interno para lograr aquello que se propone y capacidad para planear el futuro.
·
Resto
a sí mismo y a los demás.
·
Capacidad
de empatía y preocupación hacia los demás.
·
Responsabilidad
de sus propias acciones.
·
Aceptación
de las consecuencias.
·
Seguridad
en sí mismo.
·
Capacidad
de generar nuevas ideas. Si se considera que tienen dificultades en esta área,
es importante la lectura de libros, charlas, talleres y conferencias que sean
de su interés, lo cual ayudará a ampliar la creatividad y conocimientos al
respecto.
·
Realizar
una actividad hasta finalizarla.
·
Encontrar
el buen humor de la vida y utilizarlo para reducir tensiones. El buen humor
libera energías que permite hacer frente al conflicto.
·
Expresar
sentimientos y pensamientos a los demás. Logrando empatizar tanto a nivel
cognitivo como emocional en una espiral de retroalimentación positiva.
·
Resolución
de conflictos en diferentes ámbitos.
·
Control
del comportamiento, sentimientos e impulsos.
·
Capacidad
para solicitar ayuda cuando lo necesito; lo cual permitirá ampliar el foco de
posibilidades para poder afrontar la situación
Frente
a una adversidad de la vida como en este caso una discapacidad, estos factores
tienden a presentarse de modo combinados, según la necesidad de cada persona.
Los
diferentes autores sostienen que las personas ya cuentan con muchos de estos
factores; sin embargo no saben cómo utilizarlos o no poseen los suficientes.
Del
mismo modo, la resiliencia se activa cuando nos enfrentamos a una situación
adversa, lo cual requiere de tres pasos:
1)
Prepararse para la adversidad: Si no se presenta por
sorpresa, podemos disponer de tiempo para prepararnos ante ella. Se tendrá en
cuenta aspectos tales como imaginase lo que ocurrirá, quien y de qué manera
resultará afectado. Considerar la posibilidad de pedir ayuda a alguien,
teniendo en cuenta quien podría ser. Asimismo, es importante pensar en las
capacidades que se dispone y favorecerá enfrentar tal situación.
2)
Atravesar la adversidad: Se necesita mantener una
posición de dominio sobre el proceso, para lo cual se debe realizar una
evaluación sobre el estado actual de la adversidad, considerar como otras
personas se encuentran manejando dicha situación y ser conscientes de las
nuevas acciones que deberíamos emprender.
3)
Aprender de la adversidad: Es necesario una mirada
retrospectiva de lo sucedido, cuestionándonos lo que hemos aprendido de
nosotros mismos y de los demás.
A lo largo del presente escrito, es posible comenzar a pensar
en la propia capacidad de ser resiliente. Teniendo en cuenta, que todos
nosotros poseemos tal capacidad, es decir, que es posible potenciarla y
utilizarla para enfrentar las diferentes adversidades de la vida. Permitiendo
así, un camino donde las enfermedades, conflictos y crisis personales, se
transformarán en producciones saludables para sí mismo y los otros, como lo es
el área del arte, la cultura, la educación, entre otros.
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