La neurociencia española, a la cabeza del mundo |
Imagen: dedos de la niña ciega
Y los Ciegos Ven
El cerebro esconde potencialidades extraordinarias. No está lejos el día #en que los invidentes puedan olvidarse del bastón y del perro. Lo que está consiguiendo un equipo de investigadores en la Universidad Complutense pasma y asombra.Mamá... ¡veo!”. La madre de Ainhoa, de cuatro años, no podía articular
palabra. Solo lloraba.
A su alrededor, médicos e ingenieros pugnaban por contener alguna lágrima
rebelde. El doctor Ortiz tomó las riendas y se dirigió a la niña en tono desenfadado.
-¡Venga ya, qué dices! ¿Cómo vas a ver, si tú eres ciega?
-¡Que sí, que veo!
-Y... ¿dónde? -era la pregunta clave, pero ni siquiera los más experimentados neurocientíficos presentes esperaban la precisión de la respuesta.
-Aquí...
La pequeña se llevó la mano izquierda a la cabeza y empezó a dibujar sobre ella las mismas rayas que se le estaban dibujando en la mano derecha a través de un estimulador. Tres meses de trabajo de sus padres y monitores, entrenándola una hora al día todos los días (¡lo peor, mantener quieta su mano traviesa!), habían dado resultado.
Para entonces, el equipodel profesor Tomás Ortiz en el Departamento de Psiquiatría y Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid estaba ya curtido en emociones fuertes.
No mucho antes le habían planteando a un voluntario ciego adulto, con quien llevaban tiempo progresando, un desafío también lacrimógeno.
-David, ¿quieres ver a tu madre?
David no había experimentado ese gozo desde niño, cuando una grave retinopatía le fue retirando paulatinamente la visión hasta dejarle a oscuras.
Mamá viene despeinada
Ella acudió al laboratorio creyendo que su hijo iba a mostrarle algún nuevo avance en el reconocimiento de formas geométricas en una pantalla. Sabía que en la planta cuarta del pabellón 3 de la Facultad de Medicina se estaban haciendo maravillas.
Era un día de verano. Se desplazó en coche con la ventanilla bajada, así que entró con el pelo algo revuelto.
-Mamá, ¿por qué vienes tan despeinada?
La pregunta hizo que a su madre le temblaran las piernas... antes de agotar un paquete de pañuelos de papel. La desarmó esa finura en la visión de su hijo. Fue otra jornada de nudos en la garganta y pucheros disimulados para los miembros del grupo. No todos los días asiste uno a un reencuentro visual de ese calibre.
Y eso que han sido testigos de las hazañas de Enrique, el primer ciego de su experimento. Distingue si un cristal es esmerilado o no, si su interlocutor sonríe o tiene los ojos abiertos, o si lleva corbata. Y si mira por la ventana puede contar los bloques de edificios que ve e incluso el número de árboles que los rodean.
Pero ¿cómo es posible todo esto?
Básicamente, se trata de convertir estímulos táctiles en información visual. Información espacial, para ser más precisos. Un sensor capta las imágenes y las transmite a un estimulador formado por cientos de pines que el ciego toca con su mano. Mediante un programa de entrenamiento que dura catorce semanas, el cerebro del paciente logra interpretar esos estímulos como información espacial, y casi con un 100% de agudeza. El 40%, además, desarrollan qualia visuales, esto es, información con características de visión. Este fenómeno por el cual una modalidad sensorial se interpreta en otra se denomina sinestesia, y es similar a la sensación de oír colores o ver sonidos que se experimenta con el consumo de determinadas sustancias psicotrópicas.
Para conseguir este resultado, el profesor Ortiz se rodeó hace tres lustros de un equipo de ingenieros. Al principio el dispositivo era una silla de 45 kg y el estimulador cubría toda la espalda. Los primeros resultados operativos llegaron en los tres últimos años gracias a un generoso patrocinio de la Comunidad de Madrid y de la Fundación Esther Koplowitz. Y gracias asimismo a un pequeño panel de genios.
Por un lado, los ingenieros de ViTact, empresa que trabaja con patentes cien por cien españolas. Han comprimido hardware y desarrollado software hasta fabricar una microcámara montada sobre el puente de unas gafas de ciclista y un estimulador táctil del tamaño y peso de un teléfono móvil.
Misterios por resolver
Por otro, los neurocientíficos, psiquiatras y psicólogos que analizan mediante técnicas de neuroimagen las respuestas cerebrales. Han creado un revolucionario sistema de entrenamiento que es puntero y único en el mundo.
Ahora cada prototipo se fabrica individualmente y tiene un coste que puede rozar los 20.000 euros. En producción industrial podrían comercializarse a dos mil o tres mil euros en un plazo breve, de dos o tres años... si las investigaciones reciben el respaldo económico preciso. Porque los trabajos en neuroimagen, necesarios para estudiar los cambios neurobiológicos que podrían disminuir el periodo de entrenamiento y perfeccionar el dispositivo, son muy costosos.
Otros grupos en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Holanda, Dinamarca, Israel o Japón coinciden en estudiar estos mecanismos cerebrales, pero solo los complutenses se han centrado en aplicarlos a mejorar la calidad de la vida cotidiana de los ciegos.
“Buscábamos que pudiesen reconocer objetos en el espacio y moverse por la calle. Hemos demostrado que a través del aprendizaje se consigue generar neuroplasticidad en áreas cerebrales que estaban poco estimuladas a consecuencia de la ceguera. Nuestra investigación tiene tres patas: la científica, qué pasa en el cerebro; la tecnológica, cómo aprovecharlo; la social, su aplicación en diferentes tipos de ciegos, distintas edades, etc.”, explica Ortiz.
La neuroplasticidad es la creación de conexiones neuronales para desarrollar nuevos circuitos. Esas conexiones pueden ser anatómicas... ¡o no! Porque, en un misterio todavía por desentrañar, hay conexiones a distancia.
“Hasta en un 40 % de los ciegos se activó el córtex occipital (visual), con qualia visuales. Ellos mismos comunicaron espontáneamente sensaciones visuales a las tres semanas de entrenamiento. En el 60 % restante solo se activó el córtex parietal (táctil). Pero unos y otros alcanzaron una fidelidad en el reconocimiento de imágenes de más del 99 %”, afirma el doctor Juan Matías Santos, uno de los miembros del equipo.
La estimulación táctil pasiva a largo plazo es mucho más veloz en el cerebro que la activa (la que permite la lectura Braille, por ejemplo). De ahí su interés y utilidad. “Además”, continúa el doctor Santos, “hemos descubierto que la sinestesia obtenida así, estimulando el cerebro miles de veces, puede ser estable. Tras abandonar el programa de entrenamiento durante un cierto periodo de tiempo, los ciegos tardan solo minutos en recuperar sus habilidades. Se alcanza un procesamiento visual permanente”.
Investigadores de todo el mundo, Harvard incluida, están asombrados con estos resultados, y Ortiz y sus colaboradores hablan con entusiasmo del futuro. Saben que están rozando con los dedos uno de los más viejos sueños de la humanidad.
“Id y contad lo que habéis visto: los ciegos ven”, les dijo Jesucristo a los discípulos de Juan Bautista, que pedían una prueba de su condición divina y mesiánica. Aquí no se trata de eso. No hay curación, no hay milagro. Pero Ainhoa, David y Enrique son un poquito más felices. Y tal vez un día puedan cruzarse por la calle, sin bastón ni perro, con sus héroes de bata blanca, reconocer su rostro y brindar por aquella primera vez que se emocionaron juntos.
Ciegos congénitos
Desde el punto de vista de esta investigación, los ciegos se dividen en tres grupos. Los ciegos sin experiencia visual (congénitos o víctimas de patologías muy tempranas) y los ciegos con experiencia visual, ya sea con pérdida progresiva (por ejemplo, por enfermedades degenerativas) o abrupta (por ejemplo, por accidentes). Los más de cincuenta ciegos que han completado el entrenamiento mejoraron su percepción en las áreas táctiles del cerebro. Pero los cuatro ciegos congénitos que incluía el paper que les publicó en agosto la prestigiosa revista científica PLoS One no tuvieron experiencia visual: “El cerebro es un misterio. No sabemos si en su caso vamos a conseguir alcanzar a las áreas hipoestimuladas y que tengan qualias”, explica el doctor Ortiz. Por eso los congénitos van a ser ahora objeto de un estudio exhaustivo por parte del equipo, merced entre otras cosas a un acuerdo de colaboración con la Fundación Oftalmológica Hugo D. Nano, de Argentina.
Como decía Aristóteles...
Los investigadores de la Complutense han encontrado un insólito auxilio conceptual en uno de los mayores teólogos tomistas del siglo XX. En su obra Percepción y pensamiento, Cornelio Fabro recuerda una intuición genial de Aristóteles en Del alma y de santo Tomás de Aquino en sus Comentarios a Del alma: la existencia de un órgano único de percepción en el cerebro. Los neurocientíficos no llegan a tanto, pero sí consideran probado que en él existen unos circuitos únicos que procesan información espacial independientemente de la vía por la que se presente: visual, acústica, táctil.
Fuente: http://www.intereconomia.com http://www.baja-vision.org/bdiciembre11/articulo.asp?id=104
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