HERMOSA HISTORIA DE VIDA!
El 20 de septiembre de 1996 Graciela Díaz, madre primeriza y maestra, emprendió una caminata descorazonadora. Aferrada a su beba de dos meses, Luz María, y arrasada por un diagnóstico que le había quitado hasta el sentido al día: retinopatía total, avanzaba desde la Avda. Belgrano hasta el Corina Lona, al pie del cerro San Bernardo. Cuando llegó, aún la atravesaban estas palabras: “No sé para qué se prolongan vidas así”, increíblemente pronunciadas por un médico. “Llegué y pregunté: "Qué voy a hacer con mi pichi ciego, ahora. Soy maestra, pero no me preparé para esto'. Y un doctor de allí me dijo: "Lo único que hay acá para ciegos es el Corina, pero no lo recomiendo porque es como un asilo'. Pero como había escuela, la empecé a llevar a estimulación temprana”, relata Graciela. A partir de allí, toda la familia iniciaría un recorrido en pos de hallar la mejor educación para Luz: viajes para visitar a especialistas y asistir a congresos, también la adhesión a asociaciones y fundaciones de padres de niños ciegos que buscaban lo mejor para los “pichis ciegos”, muchos de ellos con patologías asociadas.
A los 8 años Luz pidió un cambio y comenzó a integrarse en la escuela Mariquita Sánchez de Thompson. Allí la vio la profesora Raquel Wayar, quien percibió su potencial extraordinario y en 2009 la llevó a la Orquesta Sinfónica Infantil Crescendo. Pronto iniciaría una etapa de esas que no se pueden proyectar ni prescribir. Fue parte de un documental para los cines culturales de la nación, cantó el Himno Nacional en quechua por el Bicentenario de la Patria, fue entrevistada por programas de TV locales y está siendo tentada por el Coro Polifónico Nacional de Ciegos Carlos Roberto Larrimbe para radicarse en Buenos Aires y aprender musicografía en Braille. Por lo pronto, Luz, con sus 16 recién cumplidos, quiere terminar la secundaria y estudiar para maestra de música. Cada día cumple con sus jornadas de doble escolaridad y va a clases de coro y portugués. También colabora con el Corina Lona porque Luz se hizo responsable de lo que ha recibido y esa responsabilidad se tradujo en respeto, atención y cuidado hacia los niños ciegos. Tal vez porque solo quien ha padecido lo perverso de las distancias se esfuerza en reducirlas. “Los chicos me muestran sus carpetas: "Luz, ¿cómo están las oraciones?; tomame las tablas, los verbos'”, cuenta.
“Cuando Luz cantó el Himno en 2010, frente de la Catedral, e hizo temblar a la plaza (9 de Julio), vi a aquel médico sentado entre el público y pensé que no hay peor condena que la conciencia”, se emociona Graciela.
Mientras Luz, consciente de ser un acontecimiento que se abrió paso entre lo imposible, afirma que no sería capaz de vivir otra existencia ni otro tiempo que los suyos. “Estoy feliz como soy y si mi vida fuera un video y alguien me preguntara, "cambiaría algo?, le diría: "No, deje que esto se siga escribiendo. Déjelo así nomás'”.
Fuente: http://www.eltribuno.info/salta/193731-Una-nina-dispuesta-a-dejar-su-huella-en-el-mundo.note.aspx
El 20 de septiembre de 1996 Graciela Díaz, madre primeriza y maestra, emprendió una caminata descorazonadora. Aferrada a su beba de dos meses, Luz María, y arrasada por un diagnóstico que le había quitado hasta el sentido al día: retinopatía total, avanzaba desde la Avda. Belgrano hasta el Corina Lona, al pie del cerro San Bernardo. Cuando llegó, aún la atravesaban estas palabras: “No sé para qué se prolongan vidas así”, increíblemente pronunciadas por un médico. “Llegué y pregunté: "Qué voy a hacer con mi pichi ciego, ahora. Soy maestra, pero no me preparé para esto'. Y un doctor de allí me dijo: "Lo único que hay acá para ciegos es el Corina, pero no lo recomiendo porque es como un asilo'. Pero como había escuela, la empecé a llevar a estimulación temprana”, relata Graciela. A partir de allí, toda la familia iniciaría un recorrido en pos de hallar la mejor educación para Luz: viajes para visitar a especialistas y asistir a congresos, también la adhesión a asociaciones y fundaciones de padres de niños ciegos que buscaban lo mejor para los “pichis ciegos”, muchos de ellos con patologías asociadas.
Imagen: la niña frente al teclado del piano.
A los 8 años Luz pidió un cambio y comenzó a integrarse en la escuela Mariquita Sánchez de Thompson. Allí la vio la profesora Raquel Wayar, quien percibió su potencial extraordinario y en 2009 la llevó a la Orquesta Sinfónica Infantil Crescendo. Pronto iniciaría una etapa de esas que no se pueden proyectar ni prescribir. Fue parte de un documental para los cines culturales de la nación, cantó el Himno Nacional en quechua por el Bicentenario de la Patria, fue entrevistada por programas de TV locales y está siendo tentada por el Coro Polifónico Nacional de Ciegos Carlos Roberto Larrimbe para radicarse en Buenos Aires y aprender musicografía en Braille. Por lo pronto, Luz, con sus 16 recién cumplidos, quiere terminar la secundaria y estudiar para maestra de música. Cada día cumple con sus jornadas de doble escolaridad y va a clases de coro y portugués. También colabora con el Corina Lona porque Luz se hizo responsable de lo que ha recibido y esa responsabilidad se tradujo en respeto, atención y cuidado hacia los niños ciegos. Tal vez porque solo quien ha padecido lo perverso de las distancias se esfuerza en reducirlas. “Los chicos me muestran sus carpetas: "Luz, ¿cómo están las oraciones?; tomame las tablas, los verbos'”, cuenta.
“Cuando Luz cantó el Himno en 2010, frente de la Catedral, e hizo temblar a la plaza (9 de Julio), vi a aquel médico sentado entre el público y pensé que no hay peor condena que la conciencia”, se emociona Graciela.
Mientras Luz, consciente de ser un acontecimiento que se abrió paso entre lo imposible, afirma que no sería capaz de vivir otra existencia ni otro tiempo que los suyos. “Estoy feliz como soy y si mi vida fuera un video y alguien me preguntara, "cambiaría algo?, le diría: "No, deje que esto se siga escribiendo. Déjelo así nomás'”.
Fuente: http://www.eltribuno.info/salta/193731-Una-nina-dispuesta-a-dejar-su-huella-en-el-mundo.note.aspx
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