Un equipo de investigadores y médicos del Hospital de Pediatría Juan Garrahan obtuvieron el premio Bernardo Houssay en farmacología del Centro de Estudios para el Desarrollo de la industria Químico-farmacéutica Argentina (Cediquifa). Fue por su exitoso desarrollo de una estrategia para tratar el retinoblastoma, un raro tipo de cáncer que afecta a los ojos de niños menores de tres años.
El hallazgo del biomarcador CRX "posibilita atacar con mayor precisión los casos de metástasis del tumor" y "cambiar la forma de tratar el retinoblastoma cuando este tipo de cáncer avanzó a otras partes del organismo", contó a Infobae el médico especialista en oncología pediátrica Guillermo Chantada, quien coordina el Instituto de Investigación del Hospital Garrahan.
Chantada precisó que pese a que este tipo de cáncer tiene muy buen pronóstico y un 98% de sobrevida si se detecta de manera temprana, "mueren tres mil niños por año en todo mundo". De ahí que su reflexión luego de ser premiado sea la de seguir trabajando para lograr la detección precoz y el tratamiento exitoso en los países menos desarrollados.
"Este es un premio a una serie de investigaciones; es la síntesis de todo el esfuerzo que venimos realizando hace años y que ya representó varios aportes al tratamiento", destacó Chantada.
Y sintetizó: "En primera instancia, en 2006 contribuimos con otros grupos médicos a poder discriminar mejor a los nenes que tenían más riesgo de metástasis y ya desde 2008 se usa en toda Latinoamérica nuestro protocolo de tratamiento que apunta a salvar la vista además de la vida del niño. Luego, trabajamos junto con investigadores del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, y fuimos pioneros en la región en aplicar la quimioterapia en la arteria que irriga al ojo, en lugar de a todo el organismo. Y finalmente, el tercer paso fue recientemente el hallazgo del biomarcador molecular para determinar qué paciente tiene la enfermedad fuera del ojo y necesita un tipo de tratamiento más intenso".
Para identificar este nuevo biomarcador el equipo trabajó con técnicas de biología molecular, específicamente con una herramienta denominada PCR que permite la amplificación de marcas moleculares como el ADN o RNA para detectar con alta precisión pequeñas cantidades de células.
Hasta ahora la expansión y metástasis del retinoblastoma en el resto del cuerpo sólo podía detectarse cuando el tumor ya estaba muy avanzado. Y su tratamiento era tan agresivo que requería, finalmente, alternativas intensas como un trasplante autólogo de médula ósea.
El equipo liderado por el director del Instituto de Investigación del Garrahan y especialista en retinoblastoma, Guillermo Chantada, lo integraron Ana Torbidoni, Viviana Laurent, Daniela Ottaviani, Cristina Alonso, Jorge Rossi, Claudia Sampor, Valeria Vázquez, María TG de Dávila, Mariano Gabri, Adriana Fandiño y Daniel Alonso y contó con apoyo del Ministerio de Ciencia, el Instituto del Cáncer y la Fundación Natalí Dafne Flexer.
Tras destacar que "detectado a tiempo, el retinoblasto tiene una sobrevida del 98%", Chantada aclaró que "si se detecta tarde el tumor se disemina al cerebro o a los huesos y ahí el panorama es totalmente distinto". "Con el Instituto Leloir estamos trabajando en secuenciar todo el genoma de los pacientes que tienen la enfermedad diseminada", adelantó Chantada, quien no se conforma con las cifras alentadoras sobre la enfermedad en el país y busca trasladarlas a todo el mundo.
El retinoblastoma afecta a niños pequeños, menores de tres años y su característica principal es que, en apariencia, son niños que "gozan de buena salud". "En general, se trata de niños que nadie sospecharía que pueda tener cáncer, crecen de acuerdo a los parámetros esperables y llevan una vida normal", destacó Chantada.
Entonces, ¿cómo detectar de manera precoz la enfermedad? La respuesta del médico fue asombrosa: "A través de una foto digital con flash es la manera más común con que los padres advierten que algo no anda bien".
"Dado que el tumor tiene calcio y se deja ver por la pupila, en las fotografías suele aparecer una manchita blanca denominada leucocoria, que comúnmente se llama 'ojo de gato'", describió Chantada, quien anticipó que "se está trabajando a nivel mundial en desarrollar una app para detectarlo".
En los países menos desarrollados el índice de sobrevida baja al 30% porque la enfermedad se detecta cuando ya no tiene cura. "Por eso estamos tratando de brindar una esperanza a estos niños", insistió el profesional del Garrahan, donde atienden la mayoría de los casos de la Argentina y de países limítrofes.
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